📅 Martes, 4:21 PM

No recuerdo haberme sentido tan enojado como aquella tarde. Acababa de discutir con mi novia. Las palabras me daban vueltas en la cabeza, así que pensé en lo único que siempre me ha dado paz:  

“Salir a rodar”.

Afuera llovía con fuerza, pero poco me importó. Mi familia me pidió que me quedara, me dijeron que era peligroso salir en esas condiciones. Yo, terco como siempre, respondí con una frase que aún me resuena:

“Rodar es lo único que necesito para sentirme mejor”.

Salí tan rápido que ni siquiera tomé mi casco. El agua golpeaba fuerte el pavimento y las gotas me lastimaban la piel. Casi todo el camino estaba encharcado y no lograba ver los baches. Perdí el control varias veces, pero logré recuperar el equilibrio. Por un momento sentí que la lluvia se llevaba todo lo que cargaba. Pero no me di cuenta de lo difícil que era ver, ni de lo poco que los demás podían verme a mí.

De pronto, un coche salió de una calle lateral. Ni el conductor me vio, ni yo lo vi a él. Todo pasó en segundos: un frenazo, un golpe seco y después… nada.

El verdadero costo de rodar bajo la lluvia

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Imagen ilustrativa para proteger la privacidad de Carlos N.

Desperté en una sala blanca, con un pitido en los oídos. Estaba aturdido, no recordaba cómo había llegado ahí. Mi mamá estaba a mi lado, con lágrimas contenidas. Fue ella quien me explicó lo que había pasado: cómo me habían encontrado inconsciente en el suelo y cómo la lluvia había borrado cualquier advertencia entre el conductor y yo.

“Tienes que cuidarte más y ser más precavido”, me dijo con esa voz firme que mezcla amor y miedo.

Ese día entendí que no basta con saber rodar, con sentir que dominas la bici o la ciudad. La verdad es que hay cosas que simplemente no puedes controlar: el clima, los autos, la prisa de alguien más.

El diagnóstico fue claro: contusión leve y fractura de clavícula.

Afortunadamente, nada tan grave. ¿El problema? La factura del hospital. Cuando uno vive sucesos inesperados, el bolsillo lo resiente. ¿Lo que más me dolió? La pérdida total de mi bicicleta y los seis meses sin poder rodar. Esos cinco minutos de arranque me salieron demasiado caros. Por no escuchar a mi familia y salir sin protección, descubrí el verdadero costo de rodar bajo la lluvia.

La tranquilidad no se compra… se asegura

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Imagen ilustrativa para proteger la privacidad de Carlos N.

Después apareció mi novia; me visitó en el hospital. Cuando la vi, me di cuenta de que el problema que teníamos ni siquiera era tan grave. Nos abrazamos, nos pedimos perdón y me habló de algo que cambiaría mi forma de rodar para siempre.

“Ya te había dicho que tienes que ser más precavido, pero nunca me escuchas.”

“Te prometo que de ahora en adelante te escucharé siempre, no quiero volver a pasar por algo así”, le respondí.

“Pues por favor empieza por contratar un seguro. Así estarás protegido si te pasa algo y ya no tendré que preocuparme cada que salgas a rodar.”

Esa noche, por primera vez, decidí hacerle caso a mi novia y busqué: “seguro para ciclistas”. Vi varias opciones, pero ninguna me convencía hasta que, como enviado del cielo, di con un portal: WOOW, el primer marketplace de seguros en México.

Entré y descubrí el plan perfecto para mí:

Seguro de Ciclistas, que me respalda con hasta MX$75,000 en Gastos Médicos y también protege mi bici contra robo o accidentes.

Ese respaldo no borra la lluvia ni elimina los riesgos, pero me da algo que ningún impermeable puede darme: la certeza de que, si un día lo inesperado vuelve a cruzarse en mi camino, habrá apoyo para mi recuperación, para mi bici y para mi tranquilidad.

Hoy sigo rodando. A veces bajo el sol, otras veces bajo nubes grises. Y aunque la lluvia sigue cayendo con fuerza, ahora ya no siento que pedaleo solo. Aprendí que la verdadera libertad de ser ciclista no está en ignorar los riesgos, sino en enfrentarlos con la confianza de estar protegido.