La Navidad que cambió la vida de Josué llegó envuelta con un moño enorme. La casa estaba iluminada por luces cálidas, y el olor a ponche de frutas y pino llenaba cada rincón. Su padre entró a la sala cargando aquella bolita de pelos que se movía inquieta. Cuando lo colocó frente al niño, el silencio se volvió expectación.

—Se llamará Bruno —susurró Josué, acariciándole las orejas—. Y será mi mejor amigo.

Y lo fue. Durante años compartieron tardes de tarea, carreras en el patio, noches de películas bajo una cobija y mañanas con brincos encima de la cama. Bruno era más que un cachorro: era un compañero fiel que lo seguía con devoción de cuarto en cuarto, de etapa en etapa, como si su misión en la vida fuera acompañarlo siempre.

Cuando crecer significó dejar de proteger…

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Con el paso de los años, la vida de Josué se volvió ruido, fiestas y nuevos amigos. Entre escapadas nocturnas y distracciones, comenzó a dejar a Bruno esperando detrás de la puerta, prometiendo paseos que nunca llegaban.  

Esperaba cuando Josué entraba corriendo a su cuarto sin saludar. Esperaba cuando lo dejaba solo para irse a otra fiesta. Esperaba cuando prometía “mañana te saco a pasear”, pero “ese” mañana nunca llegaba. Sus ojos, antes inquietos y brillantes, comenzaron a llenarse de una tristeza suave, de esa que solo expresan los seres que aman sin condiciones.

El perro seguía ahí, paciente, observando con tristeza cómo su compañero se alejaba poco a poco. Josué no dejó de quererlo; simplemente olvidó lo esencial. Hasta que llegó una Navidad fría, en la que algo fuera de lo común decidió intervenir.

El encuentro que cambió su idea de protección…

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Esa noche, las luces del árbol parpadeaban extrañas. Una corriente helada cruzó la sala y, entre destellos plateados, apareció una figura: él mismo, unos años mayor, con una mirada que contenía experiencias duras.

—Vengo a mostrarte lo que estás perdiendo —dijo su yo del futuro.

Con un gesto, lo llevó a presenciar el día en que Bruno llegó a su vida: la emoción, el abrazo, la promesa implícita de cuidarlo siempre. Luego, la escena cambió. Vio al Bruno actual, dormido en un rincón, cansado, esperando entre visitas al veterinario pospuestas y cuidados atrasados.

—Lo descuidaste —susurró su versión futura—.
Por último, Josué del futuro le mostró una escena que lo haría estremecer.
Una sala silenciosa.Una noche sin luces. Bruno, en su vejez, apunto de colapsar en una emergencia que apareció sin avisar, mientras un Josué más adulto buscaba desesperado cómo ayudarlo, sin respaldo, sin recursos. Era un futuro triste. Uno en el que el arrepentimiento pesa más que cualquier gasto, más que cualquier salida nocturna, más que cualquier distracción.
 
Por último, Josué del futuro se acercó y le mostró una segunda posibilidad. Un camino en el que Bruno recibía atención oportuna, cuidados constantes, visitas profesionales y protección. Un futuro donde Bruno vivía más años, más sano, más acompañado. Josué entendió la lección.
Las mascotas también son familia. Y cuidar de la familia es lo más importante.

Cuando entender duele… y asegurar sana

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Despertó con un nudo en la garganta. Bruno lo miraba moviendo la cola, como si nada hubiera pasado, como si el amor jamás hubiera tenido pausa. Josué se arrodilló y lo abrazó fuerte.

—Perdóname, Bruno —murmuró.
Aun con el temblor en el cuerpo, y el nudo en que entrecortaba su voz, navego en la red esperando obtener respuestas y soluciones a lo que podría avecinarse, entro a las redes sociales y brinco una publicidad, “Asegura a tu peludo desde por MX$4 pesos al mes”, hizo cuentas, revisó su alcancía y observó que le alcanzaba para cubrir algunos de los gastos. 
Corrió a la recamara de sus padres, les explicó lo sucedido, e inmediatamente ofreció sus ahorros para de una vez proteger a Bruno.
 
Sus padres al notar, la seguridad y determinación de Josue y dada la insistencia en que podrían hacerlo todo en línea en ese preciso momento, accedieron a la página, que le había ofrecido la alternativa a Josué, WOOW  el primer Marketplace de Seguros y Servicios en México, el sitio que le permitió asegurar al cachorro en menos de cinco minutos, y volver conciliar el sueño sabiendo, que su yo del futuro ahora regresaría para decirle que, pase lo que pase, Bruno recibiera siempre el cuidado que merece. Porque en Navidad lo valioso no es lo que recibimos… sino lo que elegimos proteger..